11 nov 2010

002 - La señora de la limpieza

Ricardo cerró la puerta del almacén y se dirigió rápidamente al vestuario. No consideraba justo que el primer día de trabajo, su encargado le hubiese obligado a hacer horas extras mientras el resto de sus compañeros habían podido salir a su hora, pero estando en periodo de prueba no le quedaba otro remedio que aguantar con lo que le mandasen.

Apenas tenía 19 años y solo hacía 2 semanas que había terminado el curso con excelentes notas, pero en lugar de disfrutar del verano como cabria esperar, su padre le buscó un trabajo a través de un conocido de la familia, de forma que pudiese ahorrar el dinero que necesitaba para comprarse un ciclomotor.

Esa misma mañana había recogido la ropa de trabajo de almacenero, y ahora ya apestaba a sudor como si no se la hubiese cambiado en semanas. Especialmente duro había sido el último camión, el que por una avería mecánica había llegado tarde y tuvo que descargar el solo. Pero el cansancio no le impedía sentirse orgulloso de haber sabido hacer todo lo necesario.

Al abrir la puerta del vestuario se encontró con que allí estaba la señora de la limpieza, que inmediatamente se giró y le dijo:

- Tú debes de ser el chico nuevo. Si no te importa, acabo en un momento con el vestuario y así salimos los dos a la vez y así dejamos todo cerrado y la alarma puesta.
- Bueno - dijo resignado - Por un poco mas tarde que salga…

Realmente le molestaba tener que esperar más, pero no le pareció conveniente protestar. Incluso ante la señora de la limpieza se sentía "el nuevo", y "el nuevo" no tiene derecho a quejarse.

La mujer comenzó a hablar mientras seguía con su labor. Era evidente que llevaba tiempo en esa empresa, pues conocía a la perfección los nombres de los trabajadores y el funcionamiento. Ricardo a su vez respondía de vez en cuando con monosílabos, evitando entrar en una conversación en la que por otro lado, tampoco podía aportar demasiado. Apenas sabía como se llamaba su encargado y algún otro almacenero con el que había coincidido a la hora del descanso y por supuesto, no tenía la suficiente experiencia como para valorar nada de lo que allí ocurría.

Mientras la escuchaba, comenzó a mirarla con más detenimiento. Ante el estaba una mujer de cuarenta y pocos años, a la que le sobraban algunos kilos, pero sin que se pudiese decir que estaba gorda y sin lugar a dudas, muy atractiva.

Lo primero que le llamó la atención fue lo bien maquillada y peinada que estaba. Si la hubiese visto con ropa de calle y en cualquier otro lugar de la empresa, habría pensado que era alguna de las secretarias. No le pegaba trabajar en limpieza, pero ¿acaso su trabajo implicaba que no se cuidase?

Ella tuvo que agacharse a recoger el cubo, y sin que pudiese evitarlo, los ojos de Ricardo se clavaron en el culo. En esa postura, la bata se ajustaba a su trasero de tal forma que parecía que en cualquier momento la tela se rasgaría.

- ¡Vaya pedazo de culo! - Pensó, refiriéndose más a su hermosura que a su tamaño.

A partir de ese momento, empezó a recorrer con la mirada todo su cuerpo. En primer lugar los muslos, al menos lo que la bata dejaba ver. Después, los pechos, moviéndose de arriba abajo cada vez que ella hacía algún movimiento brusco.

Poco a poco su imaginación comenzó a funcionar. ¿Qué habría debajo de la bata? ¿Llevaría solo la ropa interior o algo más? ¿Cómo seria ese cuerpo desnudo?

Se empezaba a sentir excitado, y más, cuando al subir a la escalera de mano, pudo ver casi por completo la cara interior de una de las piernas.

Al menos ya sabía que en la parte de abajo solo llevaría bragas. A partir de ese momento centró su interés en el pecho. Con un poco de suerte, si se agachaba podría mirar si llevaba sujetador.

No hubo suerte, pero cuando ya se marchaba, al pasar a su lado pudo ver a través del hueco entre los botones que el sujetador era negro.

- Bueno, en quince minutos te espero en la entrada y nos vamos.

¿Se abría dado cuenta de que le miraba el escote? Confiaba en que no fuese así, pero por otro lado, al girar la cabeza rápidamente, ella lo habría intuido.

En cuanto se cerró la puerta se desnudó, y fue entonces cuando se percató de la enorme erección que tenía. Aquella mujer le había excitado y le apetecía tremendamente masturbarse.

Se dirigió a las duchas. Estaban al otro lado de la pared, y pese a que no tenían puertas se encontraban colocadas de forma que no había visión desde el vestuario. Fue precisamente esa sensación de intimidad la que le permitió comenzar a masturbarse bajo el tibio chorro de agua.

Cerró los ojos, y empezó a imaginar a la señora de la limpieza de todas las formas imaginables. Desnuda, en ropa interior, penetrándola de mil maneras diferentes, acariciándole los pechos…

En varias ocasiones estuvo a punto de eyacular, pero era tan maravillosa la sensación, que dejaba de tocarse durante unos instantes hasta que podía reanudar el movimiento sin riesgo a terminar con tan excitante fantasía erótica.

Y fue precisamente en una de esas ocasiones en las que estaba a punto de correrse, cuando abrió los ojos y…
Estaba frente a él, con un precioso vestido negro y zapatos de tacón, mirándole con detenimiento y con una expresión en la cara que demostraba que aquella situación le parecía cómica.

La reacción de Ricardo fue inmediata, se giró automáticamente e hizo como si se estuviese aclarando.

- Hace mas de diez minutos que te estoy esperando, y te venia a buscar por si te había pasado algo. ¡Anda! ¡Termina con lo que estás y te espero fuera!

Aquel "termina con lo que estás" lo pronunció con cierto recochineo, haciendo alusión a lo que era evidente que le había visto hacer.

¿Tanto tiempo había estado en la ducha? Estaba claro que había perdido la noción del tiempo, pero ya no podía hacer nada.

Salió de la ducha y se secó. Su pene estaba aun erecto, pero no le parecía conveniente seguir masturbándose. Se sentía avergonzado y solo deseaba vestirse y salir de allí lo más rápidamente posible.
Al regresar al vestuario, se volvió a sorprender. Allí estaba la señora de la limpieza, sentada frente a su taquilla, en el mismo sitio en el que él había estado mientras ella limpiaba.
Le miraba directamente, pero ya no había ninguna sonrisa en su cara.

- Por lo que veo no has acabado con lo que estabas haciendo.
- No… si yo no...
- Vamos, no te hagas el tonto que los dos sabemos que es lo que estabas haciendo. ¡Una tiene sus años y no me voy a asustar por eso!
- No… pero de verdad que yo no…
- ¡Anda! Ven aquí y siéntate.

Intentando demostrar una normalidad que no sentía, se acercó y se sentó intentando tapar su erección con las manos.

- A tu edad es lo más normal del mundo. Si ahora que eres joven sientes la necesidad de masturbarte, ya me dirás cuando seas un viejo y no se te levante… Y si admites un consejo, mas vale que termines si no quieres llegar a casa con un dolor de huevos tremendo. A mi no me importa esperarte un poco mas.

A continuación se levantó y muy despacio se dirigió a la puerta.

Animado por la naturalidad con la que ella le había hablado, Ricardo volvió a masturbarse, pero quiso aprovechar la ocasión para hacerlo mientras la veía atravesar el vestuario en dirección a la salida.
Cuando ella llegó a la puerta se giró y vislumbró en la cara del muchacho una expresión de deseo y placer. Sin dudarlo, se le quedó mirando fijamente, disfrutando de la visión de verle acariciarse el pene.

- ¿No me digas que te la meneabas pensando en mí?
- Si – respondió al instante – Espero que no te moleste.
- ¿Molestarme? Para nada. Al contrario, me siento muy halagada. Siempre es agradable saber que aun es posible excitar a alguien.

No salió. Se quedó mirándole fijamente unos instantes y volvió a cerrar la puerta para regresar a su lado.

- Déjame que te ayude un poco – Le dijo.

Sin esperar autorización, acercó su mano al pene e inició un suave movimiento de arriba abajo. Poco a poco aceleró el ritmo, a la vez que con la otra mano masajeaba los testículos del chaval.
Él no podía creer lo que estaba ocurriendo. Si bien es cierto que ya había mantenido relaciones sexuales con alguna chica, aquello sobrepasaba cualquier fantasía que podía haber tenido hasta el momento.
Intentando corresponderla de algún modo, o quizás con la intención de que aquello fuese un poco mas allá, posó sus manos en los enormes pechos, notando la tersura de los mismos y la dureza de los pezones.
Ella se retiró.

- Se mira pero no se toca - Le dijo e inmediatamente volvió a pajearle como si nada hubiese pasado.
Ricardo se dejó hacer. Ahora si que podía mirarle el escote con total descaro, y apreciar el encaje del sujetador que asomaba bajo el vestido.

- ¡Dios mío! ¡Esto es maravilloso! - Pronunció entre jadeos

- Pues a ver que te parece como te chupo la polla - Y agachando la cabeza, introdujo el pene en su boca, comenzando una felación que le hizo estremecerse de placer.

Sentía el calor y la humedad de la boca de la mujer rodeando su miembro. De vez en cuando, la lengua acariciar el pene de forma delicada, y al instante, veía como desaparecía la polla casi por completo en el interior de la boca.

- ¡Que boca! ¡Como la chupas de bien! ¡Como sigas así me voy a correr!
- ¿Acaso no es precisamente eso lo que queremos?

Continuó masturbándolo con la mano unos instantes y de improviso, todo el cuerpo de Ricardo se tensó y el semen empezó a salir, salpicando la pared, el suelo y resbalando por la mano de la mujer.

- Eso es, deja que salga toda la leche de tu polla.

Cuando se aseguró de que ya no quedaba nada mas, se levantó, le besó suavemente en la mejilla y se fue a un lavabo a lavarse las manos.

- ¿A que ahora estas más a gusto? - Le dijo
- Desde luego.
- Pues venga, vístete que hace tiempo que teníamos que habernos ido.

Ricardo se limpió los restos de semen con la toalla y empezó a vestirse. Al darse cuenta de las manchas de semen que se deslizaban por la pared le dijo.

- En cuanto acabe de vestirme limpio un poco esto y estoy contigo.
- ¡Déjalo! Mañana ya lo hará la señora de la limpieza - Le respondió ella.
- ¡Como! ¿Mañana no vienes?
- Si, pero yo no soy la de la limpieza. Hoy estaba limpiando porque la habitual ha pedido el día libre para ir al médico. Yo soy la gerente de la empresa. ¿Acaso no lo sabias?

El muchacho se quedó blanco. Acababa de ser masturbado por su jefa y no sabia como podría acabar todo eso.

Ni que decir tiene, que acabó comprándose la moto, y cuando el verano acabó y se reiniciaron las clases, recibió una oferta de su jefa para trabajar los fines de semana… pero lo que ocurrió entonces, quedará solo entre "el nuevo" y la gerente.

Autor: cfnm1969

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